Formación del analista: ¿Deseo del analista? ¿O deseo de otra cosa?

Patricia Vargas Espitia | 09.11.2014

Formación del analista: ¿Deseo del analista? ¿O deseo de otra cosa?
“La preparación para la actividad analítica no es nada
Fácil ni simple, el trabajo es duro y grande la
Responsabilidad”. (Freud, S. p. 217)

Freud nos lo dice como se ve en la frase… y Lacan menciona que es “muy difícil”… Inspirado por un célebre fragmento de Heráclito (numerado 64 por Diels) Lacan admitió, con Heráclito, que está excluido para cualquiera, mantenerse regulado permanentemente en lo diverso. (Jean Allouch, Revista Imago Agenda No. 166, diciembre 2012).
Esta frase involucra dos términos en los que es importante detenerse:
1) Formación
2) Analista
Freud y su exigencia para ejercer el análisis
Para este escrito, sólo se hizo lectura del texto “Pueden los legos ejercer el análisis?”, lo cual limita los aportes y el conocer ampliamente la mirada de Freud en relación a la formación del analista. Sin embargo… En calidad de exigencia Freud refiere que todo aquel que quiera ejercer en otros el análisis se someta antes, él mismo, a un análisis” (p. 186). En este texto menciona algunas características del analista, indicando cómo para él, el analista está vinculado a un sujeto.
Lacan, menciones del “Deseo del analista”
En Lacan la expresión deseo del analista –como muchos de sus conceptos- varía a lo largo de los seminarios. Por ejemplo en 1958 hace alusión al sujeto, similar en Freud; para posteriormente en 1964 ser una función, vaciada de la persona del analista.
Es precisamente en el Seminario XI (pág. 281) el lugar en el que menciona que el deseo del analista es aquello que vuelve a llevar a la demanda a la pulsión y es por esta vía donde el analista debe “servir de soporte al objeto a”. Y añade en la página siguiente que el deseo del analista es una X, una incognita a despejar y repite que no tiende a la identificación. Agrega una pista más adelante: El deseo del análisis no es un deseo puro (pág. 284).
Respecto a estas ideas en Lacan, Jean Allouch dice: “ Una ética del deseo que lo conduce a abandonar esa idealización, para hacer de soporte al objeto a separador, ir más allá de la identificación” y Diana Ravinovich manifiesta que para que el sujeto logre cierto margen de libertad en relación con el lugar que ocupó como objeto del deseo como deseo del Otro, “el deseo del analista debe buscar esa diferencia absoluta que permita la separación del sujeto en la experiencia” (En “El deseo del psicoanalista” texto de esta autora).
Susana Dicker en su artículo llamado “Deseo del analista” cita a Graciela Brodsky: "Pero lo interesante es la segunda vuelta, por lo que implica: que no basta la separación, que la separación indica un final de análisis, pero no explica por qué alguien quiere retomar ese lugar de objeto a en la cura de otro, siendo que sabe a qué quedó reducido su analista por su propio análisis. Es decir, que sabe del lugar de "menos que nada" a que queda reducido ese objeto".
Safouan y la formación del analista
Moustapha Safouan en 1983 hace referencia a la “formación” del analista como un problema, centrado en dos aspectos centrales que serán abordados más adelante:
1. Deseo del analista
2. Formas institucionales adecuadas para asegurarla
Para abordar esta problemática se centra en el segundo aspecto, revisando y cuestionando distintas sociedades psicoanáliticas y acudiendo a Lacan, teniendo como uno de sus propósitos “extraer las lecciones del fracaso de la EFP”. Soufan define, compara y diferencia nociones como la terminación del análisis y el fin de análisis, el análisis didáctico y el análisis de control. Posteriormente pasa al primer aspecto, deseo del analista, considerando que es el sentido más auténtico de la “formación” del analista y definiéndolo precisamente como una nueva formación del inconsciente. Agrega que es el eje alrededor del cual gira el análisis. Formación del deseo del analista quizá a modo de precipitado, que se desprende durante el análisis propio.
Si bien menciona 3 puntos que considera admitirían todos los analistas, el tercer punto, que hace alusión a que nadie puede hacer el análisis sin hacer el propio, para él no está demostrado puesto que se apoya en dos ejemplos: Abraham y Bernfeld empezaron a ejercer sin hacer previamente un análisis “por el solo hecho de su condición de escucha” (p. 12). Esto permite dos cuestiones: ¿En qué se apoyará Safouan para afirmar que si hubo análisis en estos dos casos? ¿Basta con el propio análisis para ser analista? Una respuesta a esta última pregunta, a mi modo de entender, es que es necesario, más no suficiente.
En cuanto a los 5 principios mínimos para una sociedad de psicoanalistas con los que cierra su libro vale retomar lo que dice de éstos: No constituyen condiciones suficientes, su adopción no es garantía de éxito.
Allouch y el deseo del analista
En este sesgo, se supone que un llamado “deseo del analista” interviene en el análisis, del que algunos hacen estandarte, presentándolo como el verdadero instrumento del cambio producido en el analizante. Se olvida generalmente que, tal como ella fue presentada, la puesta en obra de ese deseo tiene como condición necesaria, en el analista, un duelo de sí mismo –un duelo bien raro a decir verdad, pero que, en todo caso, no podría dejar al amor, aunque fuera amor propio, fuera del campo de la transformación subjetiva exigida–. (Jean Allouch en artículo “El amor Lacan” Revista Imago Agenda No 119. Abril 2008).
Salomone, psicoanálisis y universidad
En las II Jornadas de Investigación de la Maestría en Psicoanálisis de la Universidad Argentina John F. Kennedy realizadas en 2001, Luis Dario Salomone en su artículo “Lo que se enseña y lo que no se enseña” relata que la Universidad fue el lugar del encuentro con el psicoanálisis y que desde éste empezó su formación como analista. Considera que no es un inconveniente la enseñanza del psicoanálisis en la Universidad, destacando que el analista no es producto de la Universidad, sino de un análisis, en tanto el acto no se enseña… es el resultado de una determinada posición ética. Agrega que la enseñanza es indispensable a un analista, aunque ofrezca ribetes de imposible, que es lo que caracteriza su esencia; para esto se apoya en una expresión de Miller “Enseñanza no es pedagogía”.
Salomone manifiesta que en muchas oportunidades es un prejuicio cierto menosprecio del discurso universitario, destacando que la cuestión no es decir que es bueno o malo. Parte de que es evidente que el discurso universitario no transforma a nadie en analista, pero resalta la posibilidad que da a muchas personas en interesarse por el psicoanálisis y sus fundamentos, lo cual es importante. Así mismo agrega que sirve para espantar, pero no es por el discurso sino quienes lo sustentan: Más que con la estructura, tiene que ver con el modo, el estilo.
Este autor dice que lo que se enseña tiene sus límites, se puede enseñar algo del psicoanálisis que en la Universidad se hace explícito, como por ejemplo lógica. Lo que no se enseña es la ética que deviene de un análisis, cuestiones estructurales de la dimensión subjetiva, una interpretación estándar. Pero hay algo de esa imposibilidad que logra ser transmitida, cuestión que a veces se reduce a un “no comprendo”.
Finaliza con una frase que hace alusión a la Maestría en Psicoanálisis en la U. Kennedy:
“La Maestría en Psicoanálisis surge a partir del deseo de darle un lugar a quienes habiéndose encontrado con el Psicoanálisis necesiten acompañar su formación, con seminarios realizados tomando como eje cuestiones que resultan centrales para un psicoanalista, surge a partir de quienes logran entusiasmarse en la posibilidad de un trabajo de elaboración que de, como resultado, algo que le sea propio, una producción que marque ,como lo planteó Anibal Leserre en una reunión de docentes, un antes y un después en su relación con lo sabido, y con lo no sabido”.

La breve revisión anterior en torno a la formación del analista en algunas de sus aristas pretendieron aportar un poco a la discusión, la cual queda abierta y como es propio en psicoanálisis, puede generar más interrogantes que respuestas contundentes.

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